Agosto es temporada de bonito y hay que exprimir estos días porque enseguida, el 16 de agosto, viene San Roque y los barcos están obligados a quedarse en puerto varios días para celebrarlo con el resto del pueblo en Bermeo, municipio vizcaíno de la comarca de Busturialdea, en la comunidad autónoma del País Vasco. Durante las fiestas muchos aprovechaban para casarse, dicen que ese año, en 1912, estaban previstas nada más y nada menos que 30 bodas.
Así que el 10 de agosto salió la flota de Bermeo (40 barcos), rumbo a alta mar. En aquel año en el cantábrico había pocos barcos de vapor, por lo que no había instrumentos modernos; la mayoría seguían navegando con remos y vela, ayudados de una brújula. El día 12 de agosto estaban pescando, cuando se acercaron los franceses, que tenían barómetros, a decirles que venía mal tiempo. El encargado de decidir si se volvía a puerto (el señero) avisó de que volvieran, pero algunos se quedaron para poder aprovechar esos 4 días que les quedaban. No era ninguna locura, ya lo habían hecho muchas veces: quitaban mástiles y se metían en la bodega a pasar el temporal. El problema fue que aquella Galerna no era normal y después de ella vendría una de esas ciclogénesis explosivas de las que tanto hemos oído hablar en las noticias.
Algunas lanchas volcaron, otras se partieron y muchos marineros acabaron en el agua, a oscuras y sin saber de dónde venían las olas. Se cuentan historias muy fuertes, como la de los marineros de un barco de Lekeitio, que mientras estaban en el agua, pudieron hacer una cruz con dos mástiles y un cabo. Tres náufragos se agarraron a aquel flotador improvisado y estuvieron allí toda la noche. Con el cansancio fueron cayendo y despidiéndose para dejarse engullir por el mar, y al final quedó solo uno.
En Bermeo fueron llegando algunos barcos con noticias y empezó a correr de boca en boca que había barcos volcados. El balance total fue de 143 muertos: 116 de Bermeo, 16 de Lekeitio, 8 de Elantxobe y 3 de Ondarroa. Como antes se mencionó, en San Roque había previstas 30 bodas, así que muchas novias se quedaron sin ir al altar. Aparte, estaban todas las viudas y familias que se quedaban con la pena de un familiar ahogado y sin el sueldo principal.
La noticia se expandió por todos los periódicos de la península y algunos del extranjero. Se hicieron funerales oficiales a los que asistió el rey Alfonso XIII, ministros, militares, obispos, etc. Y por parte de gente anónima, ayuntamientos y gobiernos llegaban ayudas para las familias. Todo era poco porque fue, y es todavía, la tragedia más grande de la historia del mar en España.
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