Artículo de Raúl Villa Caro
Los sistemas de Energía Eólica Aerotransportada (EEA, o AWE según las siglas en inglés) son dispositivos que utilizan cometas para generar energía eólica. El funcionamiento del sistema es sencillo, y se basa en lo siguiente: la cometa arrastra un cable conectado a un dispositivo, que genera electricidad en ciclos de ascenso y descenso. La EEA por lo tanto permite aprovechar recursos eólicos que generalmente no se suelen explotar por encontrarse a grandes altitudes (que pueden llegar hasta los 800 metros), en lugares en los que otras alternativas no son viables o rentables. Y, por cierto, existe un caso insólito en las islas Feroe, una cometa submarina capaz de captar la energía del mar, el “Dragon 12”.
Los dispositivos con cometas, en comparación con los de la energía eólica convencional utilizados, pueden llegar a reducir la cantidad de material necesario para su diseño hasta en un 90%. Esto se debe a que las cometas, en contraposición con los aerogeneradores, generan la energía sin necesidad de cimentaciones, torres, palas, rotores, etcétera. La principal ventaja que presentan estos sistemas radica en que, al tener que elevarse para buscar el viento, a partir de los 300 metros de altura se reducen las turbulencias producidas por la orografía terrestre y, debido a lo que se conoce la “ley de la velocidad al cubo”, la potencia que se puede obtener de las corrientes de viento existentes a esas alturas aumenta de forma exponencial.
En definitiva, se trata de una manera de generar energía, con menos impacto ambiental y visual que con los aerogeneradores actuales, que según algunos estudios podría poseer un potencial de cientos de gigavatios para el año 2050. Pero que nadie se engañe, para poder llegar a esa realidad que todavía se encuentra en fase experimental, habría que poder superar algunas barreras que se concentran principalmente en la necesidad de que se establezca una normativa, por parte de la CEE y posteriormente de los Estados miembros, sobre la regulación del espacio aéreo para estos equipos, de manera que no sean tratados como drones, ya que se trata de dispositivos que van unidos por un cable, y que por lo tanto no vuelan libres.
Centrándonos ahora en el uso de estos sistemas en buques, en los últimos tiempos ya se ha llevado a cabo una mejora de la eficiencia energética en algunos barcos mediante el uso de cometas de tracción, aunque eso sí, como complemento a la propulsión de estos. De esta manera se ha logrado una reducción del consumo de combustible, y, por lo tanto, una disminución del nivel de emisiones de gases nocivos emitidos a la atmósfera.
Funcionamiento del sistema
Para entender el funcionamiento de las cometas es necesario conocer el concepto de “ventana del viento”, una zona imaginaria desde el punto de vista visual por dónde se puede mover la cometa. En el manejo de la cometa debemos situarnos de espaldas al viento, de manera que el dispositivo nunca debe volar por detrás de nuestra posición.
Cuando el viento incide en la cometa, genera tracción, pero dependiendo del ángulo o inclinación que tenga la cometa en ese momento con respecto al viento y su velocidad de desplazamiento, generará menor o mayor potencia de tracción. Y justo enfrente del piloto y a media altura, se encontraría la zona de máxima potencia. Por el contrario, justo encima, en el punto llamado “cénit” y en ambos lados, la cometa no ejercerá presión sobre nuestra posición, es decir, son los puntos de mínima potencia.
El movimiento de la cometa se lleva a cabo con giros bruscos en forma de “ochos” que tiran del cable en los desplazamientos de ascenso. Una vez que llega al cenit (punto superior) emplea poca energía para descender, y de nuevo se repite el ciclo.
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